EL TESTIMONIO HACE CREÍBLE LA IGLESIA

 

No es que la Iglesia no sea creíble por sí misma, sino que somos nosotros, los católicos, quienes oscurecemos esa credibilidad, ante la faz del mundo. En lo concreto y en lo cotidiano, ¿quién va a hacer creíble a la Iglesia sino la coherencia neta y convincente entre la fe y la vida de cada uno de sus fieles? Dicho de otro modo, ¿qué otra cosa más elocuente que el testimonio vivo de quienes somos Iglesia? Testimonio vivo significa que el cristiano se ha encontrado con Jesucristo y tiene experiencia de Él. Es decir, ha sido y es testigo de fe de la persona y de la vida de Jesús: cree y vive el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre. Si es así, nada entonces más válido que el testimonio como signo de credibilidad de la Iglesia, Cuerpo de Cristo.

Importancia del testimonio

Cristo es el gran signo, y el definitivo, de todo cuanto Dios ha querido revelarnos sobre él, y sobre nosotros: lo que Dios es para nosotros y nosotros para Dios. En Cristo encontramos concretada toda la verdad y el amor de Dios con los hombres y para los hombres, y de los hombres entre sí y con Dios. Cristo es el Testigo fiel, el Sí y el Amén de la Historia de la Salvación y de la salvación de la historia. En Él todo tiene sentido y alcanza su plenitud: también los medios de salvación, por tanto la Iglesia misma. De ahí que el cristiano unido a Él y en comunión con Él, sea, por un lado, Iglesia viva y por otro, testigo fidedigno de la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Sacramento universal de salvación. Son los propios cristianos por su vida santa, y las comunidades cristianas por su vida de fe, unidad y caridad, quienes constituyen el signo de la credibilidad de la Iglesia. Por ende, este signo está claramente expresado en la categoría de testimonio. El testimonio de los cristianos se convierte en el signo eclesial de la credibilidad de la Iglesia. Si la vida de los cristianos está caracterizada por el amor que brota de la comunión con Cristo, hacia dentro y hacia fuera, no sólo se convierten en mensajeros o misioneros del amor de Dios, sino que también son testigos luminosos y atrayentes de ese amor y la Iglesia gana en atractivo. Lo que hace que la Iglesia sea creíble, muy creíble.

Testimonio plenamente eclesial

Es importante ahora caer en la cuenta de que no basta el testimonio aislado de cristiano que vive su fe y el Evangelio por su cuenta y riesgo, al margen, digamos, de la comunidad de fe en Jesucristo que es la Iglesia. No. El testimonio, para ser creíble y hacer creíble a la Iglesia, ha de estar integrado y fuertemente vinculado en la Iglesia y como Iglesia en su propia comunidad de fe. Esto quiere decir al menos tres cosas.

Una. El testimonio de cada fiel cristiano ha de estar “conectado histórica y vitalmente con el testimonio apostólico fundante de la Iglesia”, (conexión con la raíz, que son los Apóstoles y el Magisterio de la Iglesia que garantiza esa conexión). Ese testimonio fundante es el que transmite Cristo y su Evangelio; y  ahora lo hace la Iglesia mediante su Magisterio con garantías de veracidad y de autenticidad. De lo contrario, el testimonio personal y comunitario no daría garantías de autenticidad. E incluso con la mejor buena voluntad, uno podría estar viviendo un cristianismo a la carta, un Evangelio a su gusto. Viviría engañado “bajo apariencia de bien”. Tentación ésta en la que no pocos celosos devotos han caído y siguen cayendo. Un testimonio semejante no hace creíble a la Iglesia; más aún, la hace poco atractiva e incluso rechazable.

Dos. Al mismo tiempo, para que el testimonio sea plenamente eclesial, debe concretarse en el testimonio vivido de cada creyente y de la Iglesia. La Iglesia, la comunidad y el creyente dan testimonio sobre todo cuando Jesucristo y su Evangelio se hacen vitalmente presentes a través de la manera de ser y de vivir el día a día normal; cuando Jesucristo y su Evangelio se han hecho cultura, trabajo, oración, relación, ocio, fraternidad, colaboración, amor mutuo, etc., etc.; cuando no aparecen como creencias distintas o evangelios diversos, y menos aún Iglesia o Capillas distintas;  cuando queda muy claro para todos, que hay un solo Señor, una sola fe, un bautismo, una única Iglesia. Un sentir común, el de Cristo. Una comunidad de fe, la de Jesucristo en su única Iglesia.

Tres. Simultáneamente, “las dos dimensiones anteriores deben estar fecundadas por el testimonio del Espíritu que vive en la Iglesia, que es quien en definitiva la anima, guía y santifica”. El testimonio de todos en la Iglesia ha de estar siempre vivificado por el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, que es siempre el alma y el corazón vibrante de la Iglesia y de cada uno de los fieles. Todos viven a la escucha del Espíritu (oración). Todos buscan hacer lo que el Espíritu dice a la Iglesia (discernir). Todos hacen lo que quiere el Espíritu (consulta y consejo). Todos obedecen a Dios, a través de quienes la orientan y guían, porque no se quiere vivir sino aquello que viene del Espíritu, impregnado de amor a todos sin excluir a ninguno. Y siempre proclamando el Evangelio del Reino.

Testimonio indispensable

Como se puede apreciar, el testimonio es importante. Lo es porque evangeliza por sí mismo. Pero lo es, antes, porque hace visible a Jesucristo y a su Iglesia. Lo es porque fortifica y favorece la fe en Jesucristo. Y lo es también porque ayuda a dar un paso más, siempre importante y decisivo para la fe personal y para la comunidad de fe: hace creíble a la Iglesia de Jesucristo, que es mediación indispensable de santidad, de gracia y de salvación.

De ahí que el testimonio  haya sido puesto tan de relieve por el Concilio Vaticano II. En sus documentos aparecen los términos “testimonio”, “atestiguar” y “testigo” ciento treinta y tres veces, y se aplican tanto a la Iglesia entera como a cada cristiano. Parece claro “que lo que el Vaticano I entendía por signo de la Iglesia ha de buscarse ahora en la categoría testimonio, resumido en Ad gentes 11, y en síntesis posterior, en la encíclica de Pablo VI de 1975, Evangelii Nuntiandi  21-22. (La afirmación es del teólogo Pié-Ninot).

Si la Iglesia ha de evangelizar, y ésta es su urgente misión, lo ha de hacer por medio de testigos: pero el testigo no da sólo testimonio con las palabras, sino con la vida. No olvidemos que en griego testimonio se dice “martirio”. Mártir es, por tanto, el que testifica con la vida, aunque tenga que perderla para ganar a algunos para Cristo, Señor y Salvador. Esto lo hace la Iglesia como comunidad de fe en Jesucristo. Y en ella, cada uno de sus miembros sin excepción. Si nos sentimos realmente Iglesia, somos responsables de hacerla creíble por el testimonio de vida. Su credibilidad también depende de nosotros..

                       Gregorio Rodríguez, cpcr

 

COMPROMISO DE LAS PRIMERAS COMUNIDADES

Las Enseñanzas que Jesús el Cristo trajo de Dios Padre a la Tierra llegaron a nosotros a través de las descripciones presentes en los Evangelios de Sus conversaciones con los discípulos y con otras personas, Sus invocaciones al Padre Celestial, las descripciones de Sus hechos y milagros y también a través de las obras escritas por Sus discípulos, las que contienen información recibida de Jesús, las profecías recibidas del Espíritu Santo y de Dios Padre y también las opiniones personales de sus autores. Tales obras son numerosas y no todas ellas fueron incluidas en el Nuevo Testamento.

Por otra parte, hasta ahora no se ha realizado ninguna descripción integral y sistematizada de las Enseñanzas de Jesús que examine los problemas filosóficos y religiosos más importantes. Por esta razón, entre otras, surgieron los numerosos desacuerdos entre los seguidores de Jesús el Cristo y las graves tergiversaciones de Sus Enseñanzas.

Está claro que una compilación integral de las Enseñanzas de Jesús sólo podría haber sido hecha por aquella persona que haya cumplido todo lo que Jesús enseñó, que haya aprendido Su Amor y conocido a Dios Padre. Sólo esto puede servir como criterio para evaluar la idoneidad del compilador.

El autor de este libro ha recorrido el Camino hacia Dios Padre estudiando al mismo tiempo la metodología que permite progresar en este Camino y construyendo, con la ayuda y bajo la guía de Dios, una «escalera» compuesta de diversos métodos-«peldaños» que llevan a la Cúspide. Él empezó su trabajo dedicado a salvar a las personas de la oscuridad del ateísmo en la época en la cual el partido comunista gobernaba en Rusia, sufrió persecuciones y calumnias, pasó por su propio «Calvario», estuvo dos veces en el «otro mundo» y conoció allí al Espíritu Santo y a Dios Padre sin el impedimento de su envoltura corpórea. Después de esto, fue devuelto a su cuerpo material para continuar con su autoperfeccionamiento y servicio [9].

Estos capítulos, así como el libro entero, fueron escritos con la bendición de Dios y bajo Su guía.

LOS MILAGROS DE JESUS

El leproso (1)

Jesús hizo muchos milagros. Los milagros son hechos extraordinarios que ningún hombre puede hacer. Sólo puede hacerlos Dios. Cierto día, le salió al encuentro un leproso, uno de esos enfermos con llagas y úlceras que tenían que vivir en cuevas en el campo porque nadie los quería... El pobre leproso, que había oído hablar de la bondad de Jesús de Nazaret, se acercó a Él y le dijo: «Señor, si quieres puedes limpiarme...».

*  *  *

El leproso (2)

Jesús tuvo pena de él, extendió la mano y le tocó, diciéndole: «¡Quiero, queda limpio!». Y en el mismo instante desapareció la lepra, y su carne se volvió sana y suave como la de un niño. El leproso, loco de alegría, contó a grandes voces por el camino el milagro que le había hecho Jesús.

La pesca milagrosa

Un día, Jesús se subió a la barca de Pedro y le dijo que echase las redes al mar para pescar. Pedro le contestó: «Hemos estado toda la noche pescando, sin coger un solo pez... pero si Tú lo dices, echaré la red». Pedro obedece a Jesús, y al subir la red, estaba tan llena de peces que casi se rompía.

Tempestad en el lago

Otro día, Jesús y sus discípulos atravesaban el lago. Era al atardecer y Jesús, cansado de predicar, iba durmiendo en la barca. De pronto se levantó una tormenta terrible y las olas cubrían la barca. Los discípulos se asustaron mucho y lo despertaron diciendo: «Señor, sálvanos, que nos hundimos».

Jesús calma la tempestad

 

Jesús les contestó: «¿Por qué tenéis miedo? ¿No sabéis que estoy con vosotros?». Entonces, se levantó y le dijo al viento: «¡Párate!». Inmediatamente, se calmó el viento y el mar quedó en calma, como un espejo. Los discípulos estaban admirados y muy contentos.

UNIDAD N° 3 “JESUS Y EL PACTO CON SU PUEBLO”

 

 

La Nueva Alianza en el Nuevo Testamento

La palabra "alianza" adquiere un nuevo significado en el Nuevo Testamento, este significado a menudo se debate. Muchos en la fe cristiana interpretan la Nueva Alianza para representar la promesa de Dios a la humanidad: sólo hay que creer en el sacrificio que Jesús hizo en la cruz a fin de que se conceda la salvación eterna. En lugar de que uno deba hacer sacrificios para ser perdonado por sus pecados, uno sólo tiene que buscar el perdón de Dios. Pablo en la Carta a los Hebreos (cap. 8) afirma que Dios hará una "nueva alianza" con el pueblo de Israely Judá, ya que rompieron con su parte del acuerdo con el viejo pacto y son continuamente incapaces de mantener los mandamientos. En cambio, Dios se dará a conocer a toda la gente poniendo su ley en sus mentes y escribiendo en sus corazones, introduciendo así el concepto del Espíritu Santo. Por lo tanto, se le concede la oportunidad de salvación eterna a todos los que creen y siguen los caminos de Dios.

 

¿Cómo la Nueva Alianza difiere de la Antigua Alianza?

La Nueva Alianza en la Biblia ofrece a las personas la oportunidad de tener una relación personal con Dios a través del Espíritu Santo. También ofrece el perdón de los pecados sin realizar sacrificios. La tercera diferencia que ofrece no es sólo el don de la salvación eterna, sino además el don de tener una vida sin fin que conlleva una relación eterna con Dios.

 

Teología de la Nueva Alianza

La teología de la Nueva Alianza es el punto de vista de que sólo el Nuevo Testamento de la Biblia realmente se puede aplicar a nuestras vidas, porque realmente no sabemos cómo Jesús habría actuado en las leyes previstas en la Torá. Por lo tanto, no es necesariamente importante seguir todos los Diez Mandamientos porque Jesús no se refirió específicamente a todos ellos o dijo que tenían que seguirse en el Nuevo Testamento.

Diversos tipos de alianzas de amor.

Para entender mejor a qué nos referimos, es preciso partir de nuestra experiencia en el plano natural. Nos preguntamos, entonces, qué experiencias de alianza de amor tenemos. Nos detenemos en dos experiencias centrales de alianza: la relación de amistad y la relación esponsal.

 

La amistad

Cada uno de nosotros ha tenido experiencias de amistad. Se dice que el tesoro más grande que existe es un amigo verdadero, ¡y qué cierto es esto! Qué riqueza mayor que encontrar a alguien al cual podamos llamar amigo, con el cual siempre tenemos la seguridad de contar; que siempre estará dispuesto a ayudarnos y el cual también puede contar con nosotros en toda circunstancia. ¡Qué hermoso es encontrar a alguien de quien estamos seguros que nos será leal, que siempre nos será fiel!

Laín Entralgo, un gran pensador y filósofo español, define la amistad en forma muy hermosa. Dice: la amistad es una especie de benevolencia, de beneficencia y de confidencia. Consiste en dejar que el otro sea como es y en ayudarle a ser lo que debiera ser.

La amistad es una especie de misterio que, en primer lugar, comprende la benevolencia, esa especie de empatía que se siente por alguien; un querer bien al otro, una sintonía del corazón con el tú.

Por otra parte, pertenece a la amistad no quedarse en el interior del corazón. Se expresa y manifiesta en la beneficencia, tiende a mostrarse en el servicio, en el acceder a los deseos del tú y a agradarlo.

La amistad implica una suerte de “complicidad” entre las personas. Existe una comunicación interior y una disposición a compartir las penas y alegrías con la persona amiga. ¡Qué reconfortante es contar con alguien ante quien no tenemos que defendernos ni precavernos; ante quien podemos darnos sin máscaras, porque sabemos que nos acoge tal cual somos y que nos comprende más allá de las palabras!

Laín Entralgo continúa su definición diciendo: "La amistad consiste en dejar que el otro sea quien es y en ayudarlo cuidadosamente, respetuosamente a que llegue a ser aquello que debería ser". Es decir, amistad significa dejar que el otro exista tal como es, quererlo en lo que es. En la amistad, en la verdadera amistad, no hay ninguna voluntad de manipular al otro, de cambiar al otro. Pero sí hay una clarividencia. Esto no significa que no veamos al otro en su realidad, y que no veamos en esa realidad muchas cosas que están mal y que habría que cambiar, que educar, que desarrollar. Pero la amistad tiene esa facultad de hacer que el otro crezca, que se desarrolle, que cambie, pero con mucho respeto, con mucho cuidado, sin herir.

Platón definía la amistad diciendo: "En esto consiste la verdadera amistad, en querer y rechazar las mismas cosas". Es una definición clásica de la amistad. Querer lo mismo. Los amigos siempre se unen en querer lo mismo y en rechazar también lo mismo. La amistad es una especie de semejanza, a veces incluso en las formas exteriores. Cuando dos personas son amigos, andan siempre juntos, quieren lo mismo, tienen los mismos gustos, los mismos planes. Eso genera un asemejamiento o parentesco espiritual mutuo.

La amistad nace de una cierta igualdad y desigualdad. No pueden ser amigos personas que sean enteramente diferentes. De alguna manera, tiene que haber un puente, una igualdad. Pero también hay una desemejanza que se expresa en una atracción mutua, en una voluntad de dejarse complementar por el tú.

¿Cómo crece la amistad? La amistad crece en el contacto, en el diálogo. Si dos amigos nunca conversaran, se irían separando, su relación se iría enfriando. Los amigos tienen que estar, de alguna u otra manera, en contacto; tienen que cultivar el diálogo. Y ese diálogo se da de diversas formas: con muchas palabras, y, a veces, con muy pocas palabras, o simplemente con gestos. Hay un lenguaje que siempre mantiene en contacto a los amigos.

Pero hay algo más que hace crecer la amistad: el sacrificio, la prueba, la capacidad de sacrificarse por el amigo. Cuando alguien no ha demostrado, de una u otra forma, que es capaz de renunciar a sí mismo, a sus gustos, a su propio provecho, por su amigo, no sabemos todavía si es verdaderamente amigo, si hay verdaderamente amistad.

La amistad crece en las pruebas. Es entonces cuando se sabe si alguien es verdaderamente amigo. La amistad se da en las buenas y en las malas, pero se prueba especialmente en las malas. Es ahí donde empieza a mostrarse dónde están los verdaderos amigos. Y normalmente, son pocos.

La verdadera amistad nunca acapara a la persona. Quizás en ciertos períodos iniciales puede suceder, pero es algo natural. Cuando dos personas cultivan una amistad que rechaza a los amigos del amigo, no es una verdadera amistad, sino egoísmo. El afán de acaparar al otro, de tenerlo siempre consigo y para sí, es simplemente egoísmo. No es benevolencia, no es beneficencia, no es confidencia. No es darse en el fondo. La amistad se proyecta hacia el otro, regala su riqueza interior al otro, se alegra con lo que es el tú, lo acepta en sí mismo y en sus relaciones.

¿Nos damos cuenta que cuando recurrimos a estas vivencias que cada uno de nosotros ha tenido en el plano natural, inmediatamente la alianza de amor empieza a hacerse más viva? ¡Qué grande es poder tener nuestro hogar, nuestra tienda, nuestro lugar de reposo, en el corazón de María; vivir en ella y que ella viva en nosotros! ¡Qué hermoso es tener como confidente, a alguien que siempre nos escuchará, que nunca nos rechazará aunque hayamos hecho cualquier cosa; aunque hayamos cometido un error o hayamos fallado! Ella siempre será, de una u otra forma, benevolente a nuestro favor. ¡Qué grande es saber que hay alguien que nos comprende y que también sabe exigirnos; que su amor no es un amor que nos mima únicamente sino que también nos exige, precisamente porque nos ama! Y como nos ama mucho, ¡también nos sabe exigir mucho!

Nuestra alianza de amor crece en la medida en que mantenemos un contacto personal con María, en que aprendemos a dialogar con ella, en que desarrollamos un lenguaje en el cual ambos nos entendemos. En la alianza de amor con María cada uno de nosotros gestará un lenguaje propio para entenderse y dialogar con ella.

Y cuando llegue la hora de la prueba, de la renuncia, de la cruz, entonces sí crecerá y se purificará nuestro amor.

La amistad no reconoce edades, sexos, nacionalidades ni condiciones. Vence todos los prejuicios y quiebra todas las barreras, incluso las más infranqueables. Aún allí, donde menos se esperaba, florece con un vigor inimaginable.

Por la amistad, una persona se une a la otra sin pedir ni exigir nada. Se sa­be que el otro nos va a responder. Simplemente con­fiamos porque es nuestro amigo, lo respetamos, lo amamos.

La amistad es ese lazo que nos hace sentirnos atados al otro desde dentro. "Domestícame", dice el zorro al Principito. "¿Qué es domesticar?", pregunta a su vez el Principito. "Es crear lazos. Si tú me domesticas, ya no seré un zorro más entre miles de zorros que existen.”

La amistad personaliza. La amistad es ese vínculo lleno de afecto que, además, se caracteriza por la gratuidad y la libertad. "Yo te recibo a ti como amigo, tal como eres y porque yo así lo quiero". No pongo condiciones; respeto la originalidad, espero lo mejor para el otro, soy fiel a esa amistad, no la traiciono, ni dejo que otros lo hagan. Estoy preocupado por quien es mi amigo, por su futuro.

Séneca se pregunta: "¿Por qué te procuras un amigo?". Y se contesta: "Por tener a alguien por quien pueda morir, por tener a quien seguir en el destierro, por salvar a alguien de la muerte oponiendo la mía.”

La amistad nos hace salir de nosotros mismos y proyectarnos hacia un tú. Nos hace abrirnos hacia otras realidades, y compartir con el amigo nuestra riqueza, y recibir de él sus tesoros. Por el amor a mi amigo yo empiezo a amar lo que antes no me llamaba la atención: su mundo, sus intereses. Se produce un verdadero intercambio de corazones, un diálogo profundo. Platón definía la amistad diciendo: "En esto consiste la verdadera amistad, en querer lo mismo y rechazar las mismas cosas" (id est vera amicitia: idem velle idem nolle).

Aristóteles comenta: "Consistiendo la amistad más bien en amar que en ser amado, y siendo a nuestros ojos, dignos de alabanza los que aman a sus ami­gos, parece que amar debe ser la gran virtud de los amigos”. Jesús dice: "Nadie ama más que aquel que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13).

No cabe duda, entonces, que la amistad es una alianza de amor. Es un compromiso de amor libre y gratuito; aunque puede darse entre personas de diferente edad, normalmente se da entre iguales. Es un compromiso de amor que se prueba en cada circunstancia de la vida, especialmente, en los momentos difíciles. Por esencia, es fiel, a prueba del tiempo y la distancia. Necesita expresarse, pues de otra forma puede ir apagándose imperceptiblemente.

 

La relación esponsal

La relación esponsal entre los esposos constituye también una alianza de amor. El amor esponsalicio se caracteriza por la total pertenencia, con cuerpo y alma, que existe entre los esposos. Quienes así se aman se regalan el uno al otro con entera libertad, de modo que ya no son dos sino un mismo ser. Existe una inefable identificación mutua: un solo corazón, una sola alma, un mis­mo anhelo, un mismo dolor y un mismo gozo, un mismo fruto del amor que perpetúa esa unidad en los hijos.

El amor esponsal o matrimonial consiste en una entrega mutua, total, indivisa, libre, eminentemente libre, de un hombre a una mujer, por toda la vida. Tiene como fin el enriquecimiento y la complementación mutua. La plenitud de esa relación de amor se expresa en que los esposos pasan a ser un solo ser, fusionando sus cuerpos y sus almas. Y ese amor mutuo los hace fecundos en la gestación del hijo, fruto de su amor.

El amor esponsal constituye una comunión única de amor, de vida, de destinos, de sufrimientos y de alegrías; una comunidad que se mantiene y se prueba en la fidelidad; una comunidad que es fruto de una elección libre, de amor, exclusivo y para siempre.

No debe extrañarnos, entonces, que en la Sagrada Escritura, constantemente se recurra a la analogía con el amor esponsalicio para describir la Alianza de Amor de Dios con su pueblo. Leemos, por ejemplo, en el profeta Oseas:

Por eso yo la voy a seducir: la llevaré al desierto y hablaré a su corazón. Le daré luego sus viñas, convertiré el valle de Akor en puerta de esperanza; y ella me responderá allí como en los días de su juventud, como en el día en que subió del país de Egipto. Y sucederá aquel día, oráculo de Yahvéh, que ella me llamará: “Marido mío”, y no me llamará más “Baal mío”. Yo quitaré de su boca los nombres de los Baales y no se mentarán más sus nombres. (Os 2, 16-19)

Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahvéh. (Os 2, 21-22)

Es decir, porque yo me uno a ti, tal como se une un esposo a su esposa, porque yo te elijo a ti y me desposo contigo en fidelidad y ternura, por eso tú vas a llegar a saber quién soy yo, pues sólo el amor es capaz de un conocimiento profundo y personal.

Son muchos los lugares donde se habla en la Sagrada Escritura de la alianza de Dios con Israel bajo la analogía del amor esponsal. Así, la ruptura de la alianza equivale a la prostitución de la virgen de Israel, de la hija de Sión, que deja a Yahvé y se va en busca de los Baales, es decir, de los ídolos:

Yo conozco a Efraín, e Israel no se me oculta. Sí, tú te has prostituido, Efraím, e Israel se ha mancillado. No les permiten sus obras volver a su Dios, pues espíritu de prostitución hay dentro de ellos, y no conocen a Yahvéh. (Os 5, 3-4)

Es significativo el hecho que san Pablo en la epístola a los Efesios (cf. c.5), muestre la unión de los esposos en íntima relación con la unión de Cristo con la Iglesia. ¿Cómo debe amar el marido a su esposa?, como Cristo ama a su Iglesia. ¿Cómo ama Cristo a su Iglesia?, como el esposo ama a su esposa. El misterio del sacramento del matrimonio consiste precisamente en ser signo e imagen sensible de la unión esponsal de Cristo con su Iglesia, su esposa.

A partir de esta analogía podemos decir entonces que la alianza de amor consiste en un pacto de amor entre dos personas que se entregan para siempre y libremente la una a la otra; cuya riqueza reside precisamente en esa mutua pertenencia o consagración del uno al otro. En esa unión los esposos son fecundos, proyectándose en los hijos y forjando juntos una familia

La alianza esponsal nos permite comprender nuestra alianza con Dios y con María de forma más viva y existencial. En la alianza sellada en plano sobrenatural, se da una realidad semejante a la que existe entre los esposos: una elección libre, una donación íntima, mutua y personal. Se da una singular comunidad de vida, de tarea y de destinos. Podemos decir, basados en esta analogía, que la alianza con María es un pacto de amor por el cual nos entregamos plenamente a ella y ella a nosotros.

La alianza esponsal nos habla de un pacto más profundo que el que se da entre los amigos. Es un pacto que lleva a jugarse por entero el uno por el otro; donde nadie se considera en sí mismo aisladamente, sino siempre en, con y para el otro. Existe entre ambos una pertenencia mutua, de carácter exclusivo o privativo. Está excluido todo amor “paralelo” a la relación esponsal. Sólo tiene cabida un amor subordinado o dependiente de éste. Todo se enfrenta juntos; en todo se aventuran juntos. Así como los esposos constituyen junto un nuevo reino, así como enfrentan juntos la vida y sus desafíos, así también nosotros unimos entrañablemente nuestra vida a la persona de Cristo y de la Santísima Virgen.

Si analizamos cómo crece y se profundiza la alianza de amor, como señalamos anteriormente, son tres los factores que inciden en ésta: el conocimiento que se tiene del tú, el tipo de diálogo que cultivamos con él y las pruebas que le demos de nuestro amor.

 

 

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Yaneth Isabel Rodríguez Marimón

Licenciada en Psicopedagogía

Especialización: Informática y telemática

Docente de Básica Primaria

Institución Educativa Distrital Santa Bernardita

FELIZ CUMPLEAÑOS DANIELA. QUE DIOS TE LLENE DE MUCHAS BENDICIONES

EN NUESTRO COLEGIO SE APLICAN TALLERES ORIENTADOS A PREGUNTAS POR COMPETENCIA.

RECIBIMOS CAPACITACIÓN EN TODOS A APRENDER POR LA DESTACADA TUTORA DEL MINISTERIO DE EDUCACIÓN...ANA LINDA CASTILLO POLO

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ACTIMAT

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QUE DIVERTIDO ES APRENDER LAS MATEMÁTICAS

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TRABAJAMOS EN "TODOS A APRENDER"

NOS MOTIVAMOS PARA PARTICIPAR EN CLASE

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NOSOTROS SUSTENTAMOS NUESTROS COMPROMISOS

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LAS MUÑECAS EN ACCIÓN